Todo comenzó una tuberculosa mañana de diciembre. Los postes ladraban y perros sostenían alambres en sus picos. Una mujer gorda y perezosa masticaba encendedores, con el mismo desparpajo que estilan los verdugos cuando cortan cabezas nucleares o talan plantas de los pies.
Unos tiernos ceniceritos se repegaban modosamente a sus piernas peludas, pero todo era inútil. La obesa cuerpo de habano estaba decidida: tomó el sol y lo arrojó a los gallos que barritaban de gusto.
Todo se puso negro: el cielo fue un enfisema pulmonar.
Entonces comprendimos que un pigmeo hitleriano danzaba dentro del enorme pecho de la rolliza: detuvimos al mundo y nos bajamos antes de que iniciara aquel mítico diluvio de colillas. JLV
Unos tiernos ceniceritos se repegaban modosamente a sus piernas peludas, pero todo era inútil. La obesa cuerpo de habano estaba decidida: tomó el sol y lo arrojó a los gallos que barritaban de gusto.
Todo se puso negro: el cielo fue un enfisema pulmonar.
Entonces comprendimos que un pigmeo hitleriano danzaba dentro del enorme pecho de la rolliza: detuvimos al mundo y nos bajamos antes de que iniciara aquel mítico diluvio de colillas. JLV
2 comentarios:
Me gustó el texto. Me recuerda la cruzada perdida que lucho cada día contra el tabaquismo del mundo.
Saludos
D:
Loable labor, sin duda. Ojalá se sumen más cruzados a la causa.
Saludos y gracias por leer.
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