El diminuto prestidigitador extrajo de su chistera una morsa albina que lanzaba icebergs por los ojos; luego apareció una mantis religiosa más grande que la fe.
El público festejaba los trucos del mago, hasta que una inmensa garra destruyó en un tris tras aquel singular circo de pulgas. JLV
2 comentarios:
Y el circo pasó a ser la vida...
Saludos
Buen D:
Sí, ciertamente. Que quede constancia...
Saludos muchos, Dragón.
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