lunes, 26 de octubre de 2009

De intromisiones



Dios no fenece aún, pero su muerte es inevitable.
Un día desperté con Él dentro de mí. Al principio nuestro diálogo parecía fructífero, pero después las cosas se complicaron. Explicó por qué estaba en mi interior; dijo que pretendía adentrarse en su obra, palpar las complejidades del hombre y no sé cuántas tonterías más.
Yo, territorial como soy, respondí que invadía mi privacidad y que no tenía vocación de hospedero. Mencioné que era de pésimo gusto que se entrometiera como dolor de muela en lo más íntimo de mi ser. Exigí que se fuera mucho a la Eternidad o al sitio que mejor conviniera a sus intereses, pero nada funcionó.
Fueron muchas las veces, lo juro, en las que trate de arreglar las cosas para que me dejara en paz. No hizo caso, nunca lo hace...
Que Dios me perdone, pero hoy cercenaré mi yugular para acabar con esta relación que, de plano, me jode la vida. JLV

3 comentarios:

Anónimo dijo...

dios y el pecado, ¿las últimas cadenas de la humanidad?

Saludos, que estés bien.

JLV dijo...

Hola Master D:

Terrible interrogante, apenas alguien de Magdala podría atinar con una aproximación.

Saludos Dragoo, que estés muy bien.

Anónimo dijo...

No te hagas ilusiones, tú no puedes acabar con esa relación con un suicidio. Mejor intenta ver quien jode mas a quien.