martes, 21 de julio de 2009

Nubes



Cuando las nubes empezaron a caer pensamos que lo mismo ocurría en todo el mundo. Pero no, sólo fue aquí. Nadie lo tomó de manera trágica, más bien fue pura diversión.

Recuerdo que los cielos se hicieron más azules a medida que las nubes caían como cabellos de viejita y todos queríamos atraparlas. No pesaban mucho, era más bien como recoger risas.

Los niños corrían con sendos pedazones y algunas mujeres embarazadas se negaron a verlas, por temor a perder su producto. De cualquier manera nos emocionó tanto que nos sentíamos flotar.

La euforia hizo que algunos crearanvestidos con ellas; otros las utilizaron como peluquines; unos hicieron cortinas y muy pocos, yo entre ellos, decidimos probarlas. A mí se me ocurrió tomar una y empecé a morderla. ¡Coño, qué bien sabía! Sin pensarlo dos veces empecé a recoger todas las que pude, junté bastantes, todas las que pude.

Organicé un pequeño batallón entre mis familiares y pagué una mísera cantidad por cada nube recobrada.

Puse anuncios en los diarios y me dediqué durante un buen tiempo a la compra, cambio y almacenaje de nubes. Dado que la situación económica de mi ciudad no es buena, muy pronto reuní una impresionante dotación.

Empecé a guardarlas en la bodega de la casa de mi madre, ya que eran fáciles de comprimir y no ocupaban mucho espacio. Pero después tuve que rentar una nave industrial porque fueron demasiadas.

Para mí sorpresa vi que no se echaban a perder y su sabor no desaparecía, eran rendidoras y si esparcía unas gotas de vino tinto se esponjaban y duraban más. Una pequeña porción satisfacía de inmediato y un trozo del tamaño de una hoja carta podía durar para varias sesiones.

Poco tiempo después abrí un pequeño negocio: Nube´s Place. Ahí las vendía, primero en bolsitas, después en cajas desechables. La gente podía mezclarlas con entremeses, ensaladas o postres y, desde luego, con vino, aunque algunos descubrieron que el zumo de kiwi era fantástico. Era maravilloso, si no eran milagrosas por lo menos no afectaban a nadie.

Mucha gente saboreó mis nubes, digo “mis” porque poco a poco junté la inmensa mayoría de las que cayeron. El boom de las nubes o la efervescencia nubosa trajo sus consecuencias. Juan Pablo II dedicó una misa en la basílica de San Pedro en honor del manjar divino. Algunos dictadores se sintieron ablandados y dejaron en libertad a cientos de luchadores sociales. Miembros activos del FMI determinaron la condonación de la deuda de algunos países y... ahí empezó todo.

Y bueno, eso de vender nubes era gratificante hasta que el departamento de Recaudaciones empezó a fabricarme impuestos inexistentes e insoslayables. Algunos países del primer mundo pelearon en tribunales internacionales la paternidad nubífica. Gentes que ni conocía presentaron patentes de autenticidad y bla, bla, bla... Y entre una cosa y otra me fui desgastando, tuve que deshacerme de las que me quedaban para evitar la ruina y la cárcel.

Al principio los días pasaban lentos como una tortuga ciega guiando un rebaño de lombrices. Después todo se acomodó de nuevo. Últimamente he llegado a saber que, a la mayoría de los que me despojaron, les azotan repentinas tormentas de culpabilidad, ráfagas de desencanto, se les nubla el entendimiento y les llueven desgracias.

Libre de polvo y nubes vivo lejos de la ciudad. Casi siempre camino por la playa, ya no entre algodones. Lo digo con resignación porque el cielo, siempre azul, no deja lugar para el rencor.

Además, no vale la pena, siempre he sido hombre de trabajo y sé salir adelante. Ahora mismo, para tener algo qué hacer, enviaré mi primer cargamento de caracolas para que los beduinos escuchen el auténtico sonido del mar sin que tengan que abandonar el desierto. JLV

5 comentarios:

JP dijo...

-- maestro Vasconcleos, que de eso se trata, al mal tiempo buena letra!

JLV dijo...

Hola jotape:
Tienes razón, no hay peor trucha que la ducha liebre.
Saludos.

Lizeth dijo...

Woaw, estan fantasticos estos textos... Y eso que no eh leido ni la cuarta parte de todo el blog.

JLV dijo...

Saludos Lizeth:
Gracias por tu opinión. Ahí están los textillos.
Saludo.

Lourdes Araiza dijo...

qué bello...