viernes, 24 de abril de 2009

De aves


Madame Latubisse estaba harta de todos, y de todo. Cansada de arropar órganos entre sus piernas, decidió que el momento de partir había llegado. Desabotonó su blusa, la arrojó a un costado del lecho circular y se recostó; cerró los ojos y esbozó una inusual sonrisa: sus senos blancos y diminutos agredieron al aire con dulzura.
Trató de relajarse mientras su amigo llegaba. Había adiestrado muy bien a esa ave; le enseñó que no debía sacar ojos... los corazones saciaban mejor el hambre.
El cuervo llegó, los helechos apenas dejaban ver una porción de su ojo enorme.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un rojo y palpitante corazón siempre es mejor que un gelatinoso ojo. Eso seguro.

Saludos

JLV dijo...

Hola D:
Totalmente de acuerdo. Y sabe tan sabroso.
Salutes.

EnGaTuSade dijo...

Siempre me ha gustado decir que los amantes son como los cuervos, por esto me gusto mucho lo que escribiste, muy sugerente.