El viejo arrastraba una bolsa de piel. El niño apretaba su mano por temor a que el anciano fuera levantado por el viento.
—Abuelo, dijo el pequeño, por qué mientras más cerca parece todo tenemos que caminar más.
—Así es la vida, hijo. Esto no se acaba hasta que se acaba. Recuerda que todos confundimos el humo con la llama.
—Lo sé, siempre me dices eso. ¿Crees que algún día jugaremos con la luz que nos espera al final del camino?
—No sé, todo depende.
—De qué...
—De que tan atento hayas estado a la voz del silencio.
—Cierto, me olvidaba…
—Por ejemplo, qué te dice ahora.
—Que bese tu frente, antes de arrojarte al precipicio. JLV
—Abuelo, dijo el pequeño, por qué mientras más cerca parece todo tenemos que caminar más.
—Así es la vida, hijo. Esto no se acaba hasta que se acaba. Recuerda que todos confundimos el humo con la llama.
—Lo sé, siempre me dices eso. ¿Crees que algún día jugaremos con la luz que nos espera al final del camino?
—No sé, todo depende.
—De qué...
—De que tan atento hayas estado a la voz del silencio.
—Cierto, me olvidaba…
—Por ejemplo, qué te dice ahora.
—Que bese tu frente, antes de arrojarte al precipicio. JLV
2 comentarios:
Las voces del silencio son las únicas que dicen verdades...
Saludos
Hola D:
Indudablemente. El silencio encierra verdades.
Saludos.
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