lunes, 24 de diciembre de 2007

El sultán de Bakatín


Mire usted, en la isla de Bakatín no hay cárceles. El sultán, antiguo ex presidiario, ordenó la demolición de todos los sitios de reclusión.

El sultán decide quién es culpable y quién no. Es, para su conocimiento, el Gran Verdugo y Juez Supremo. Manda degollar a los que cometen crímenes terribles. Aquellos que ejercen delitos menores pueden despedirse de sus dedos, manos, lenguas u ojos. Las solteronas son condenadas a pararse desnudas sobre la cúpula del castillo. Los comelones son enterrados durante dos días en una olla repleta de vísceras. Los pederastas son marcados con fierros al rojo vivo y echados a los perros salvajes. Y así, como se dará cuenta, para cada cosa hay una sanción.

El sultán de Bakatín es un hombre que cayó del cielo, dicen sus seguidores. Para sus detractores, el viejo monarca es un trozo de excremento salido del infierno.

Ya le digo, señor, para mí, que soy su madre, sólo es un desgraciado infeliz que me tiene olvidada y sumida en la miseria, por eso es que pido limosna a los turistas. JLV

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