miércoles, 7 de noviembre de 2007

Recaudador


Eran los días en que el recaudador Tripaliare debía acudir con sus sirvientes a la hermosa ciudad de Miserere. Y así lo hizo. Los pobladores le veían con temor detrás de las puertas y ventanas.

—Este pueblo tiene de todo, menos dinero, dijo a su caballo.

—Sí señor, respondió la espuela.

Fue casa por casa, en colecta del tributo que pertenecía al amante de su Señor. Entre pollos, cerdos, joyas y monedas hechizas la noche rubricó su jornada.

Debía descansar un poco antes de continuar el viaje. Penetró a la hostería recargada en el camino. Solicitó abundante alimento y bebida fresca. Para los sirvientes, sobras del día anterior; para las bestias, buen pienso y reconfortante masaje.

Mientras comía y bebía, el hostelero preguntó:

—¿Es cierto que un recaudador es más que un obispo y menos que un bufón?

—Así lo piensa el Rey. No demos importancia y sirve más. Por cierto, ¿tienes listo el tributo?

—Sí, señoría, aquí está mi hija; vale su peso en oro...

—Pero esto es una burla, no la aceptaría ni Caín...

—El disgusto es malo para la digestión, vuesencia. Ella es gorda, ciega, sorda y muda... Qué más puedo darle, si no la mujer perfecta.

—Tienes razón, astuto hostelero; toma, cóbrate y guarda el resto.

—Pero no me has dado nada, buen Recaudador...

—Aún vives, qué mejor pago a tu generosidad.

El Funcionario marchó a sus aposentos, y dejó a la hija del hostelero lamiendo los belfos de sus animales.

Cuando se presentó ante el soberano comprendió que sus días estaban contados. Su Señor aquilató las cualidades de la mujer y ordenó que trajeran a su perro, para que sustituyera al hombre que era capaz de aceptar lo invaluable en calidad de burda moneda de cambio.

Cuenta la leyenda que el viejo recaudador de Tripaliare concluyó sus días lavando a mano los delirios de los alienados del manicomio de Saint Bush.

Mientras, la hija del hostelero cabalga interminablemente sobre su Señor, como una prueba viviente de que las verdades, mientras más desnudas, son más verdaderas. JLV

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