El Ave María trazó unos extraños arabescos, picoteó la cúpula de la capilla Septimina y se lanzó kamikaze hacia el altar.
De pronto se detuvo y aleteó un momento. Abandonó sus giros de altos vuelos y fue a posarse sobre el hombro cerúleo del Altísimo.
Trinó durante horas, incansable; su dulce canto dejó de escucharse hasta que alguien le arrojó la primera primera piedra. JLV
De pronto se detuvo y aleteó un momento. Abandonó sus giros de altos vuelos y fue a posarse sobre el hombro cerúleo del Altísimo.
Trinó durante horas, incansable; su dulce canto dejó de escucharse hasta que alguien le arrojó la primera primera piedra. JLV
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