Mientras Adán y Eva roncaban a pierna suelta, Dios llegó sigilosamente. Fue directo al árbol, tomó a la serpiente y la arrojó entre la espesura. Luego bajó una manzana, mordió el fruto y, mientras masticaba, lo puso cerca de la boca de la mujer. JLV
viernes, 21 de septiembre de 2007
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