El enorme ojo bizco era un seno azulado que pendía frente a mí, encadenado al cielo. Me guiñó dulcemente como una madre a su hijo.
No supe qué decir, me alejé lentamente.
Me fui dando de brincos entre tu pubis vello, acaricié amigable una verruga enana, sonreí consecuente al agotado clítoris y me perdí silbando más allá de tu vulva. JLV
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