Mamá huyó de casa una tarde aceituna. La mostaza flotaba sobre la ciudad y nuestros esfuerzos para recuperarla blanquearon la pimienta.
Gritamos desde la cuchara, pero ella jamás volteó para mirarnos. Dejó gran vacío en el cucharón de mi padre.
Hoy, dentro de este salero, nos arden perejiles y nuestras uñas sazonan su recuerdo con trozos de cebollas. JLV
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