lunes, 16 de febrero de 2009

Blanco fallido


—Sé que no era un halcón, afirmó la mujer.
—Decididamente sostengo que la flecha que arrojé iba dirigida al azor, a nadie más, sostuvo el ballestero.
Ella, incrédula, echó a volar hacia la punta de la pagoda.
Flotó un momento frente a los restos del rollizo ser, verificó y descendió de prisa. Sacudió su cabellera, tragó un sollozo y exclamó: Ni ángel ni demonio, sólo era Cupido. JLV

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Y bien merecido se lo tiene!

Saludos

JLV dijo...

D:
Coincidimos. Merecidísimo.
Saludo.