viernes, 23 de enero de 2009

Un leñador


Hoy hace un año que el leñador derribó el Árbol de la Vida.
Cumplió su tarea con profesionalismo. Lo miramos trabajar día y noche. A veces le entregábamos una estrella o dibujábamos centollas sobre el agua para arrancarle una sonrisa, pero nada funcionó.
El talador tenía un rostro fiero, parecía una espina enorme enterrada en un pie. Se levantaba muy temprano y entraba al bosque como Juan por su casa, con su enorme hacha de fuego sobre el hombro.
Nadie pudo impedir su labor, ni las focas de avena ni las ocas —pobrecillas— se dehacían por dentro, como si mil temblores sacudieran el vientre de la tierra.
Hoy hace un año que la copa del Árbol se derramó sobre la tierra y el silencio se arrastró aceitosamente hasta al señor ese que trabajó durante siete días y que sigue durmiendo desde entonces.
Sólo recuerdo que el cielo se hizo añicos y desde entonces lloramos nubes, nuestros recuerdos cambian de piel y soñamos en azul. JLV

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El último párrafo, con sus imágenes y la encadenación de las palabras, es genial.

Muy bien

Saludos

JLV dijo...

Hola D:
Sí, está rescatable ese textillo. Me alegra que te haya gustado.
Gracias mil por el comentario.
Saludos.

Chepsy dijo...

Hola JLV, me gustó mucho lo de: el silencio se arrastró aceitosamente

JLV dijo...

Hola Gran Miry:
Pues, gracias. Alentador que a una gran escritora como tú le guste algo garabateado por este sujeto.
Saludos.