miércoles, 28 de mayo de 2008

Japón


Para el maestro Carlos Reygadas

La anciana se acomoda en el catre
deja pintar su cuerpo
con el pincel del ojo
del presunto suicida que vino de muy lejos
a enterrar sus recuerdos
en un valle olvidado
y todo para qué
si las rocas del tiempo
ablandaron sus ansias
su memoria

La anciana ya no recuerda bien
en qué momento fue
cuando tendió sus manos de tortuga
y caminó en los dedos del extraño
que pronunció su nombre
en un suspiro lento
resignado
(Asunción
Ascensión)
de hombre que ya no desea partir
sino parirse en mil
desterrado
derrumbado junto a un caballo muerto
limpio de polvo y paja
lavado por las nubes
concéntrico círculo del todo y de la nada

La anciana no sabe de palabras
sólo de servir un té frío para
apagar la sed
la caminata
como si hiciera falta
o caminar después
palabras, las mínimas
que cobijen lo que se ve
y no se juzga
lo que a fuerza de sentir
solos murmuran labios
piedras reconocidas
cuestas que nada cuestan
veredas inasibles

Y el hombre se reconoce hombre
entre su mano
ofrenda movimiento
a la sombra que tiembla sobre el muro

un sueño:
una mujer hermosa
emerge de los mares
avanza sigilosa
y se acerca a la vieja
se besan en la boca
dos besos

dos


un recuerdo:
la anciana se inclina sobre el comal
hay un deseo en sus corvas
un gemido de carne
como de tierra herida
el ojo del presunto suicida
que ya no quiere serlo
la recorre
y ella lo reconoce

La anciana ignora algo
pero no por ser vieja
sino porque es muy niña para ver
que las cosas suceden porque sí
porque siempre del polvo
vienen las enseñanzas
algunas amarguras
pero hay un tiempo en que todo
deja de ser así para saber un poco menos
de todo
o todo

Y sí
la anciana se acomoda en el catre
y el antiguo suicida que busca redimirse
la coloca como si fuera un goya
sobre un muro de plata
no importan las arrugas ni el silencio
ni la sonrisa agradecida de
máscara que olvida sus arrugas
o al cristo de la misa mañanera
son ellos dos ahora
el hombre y la mujer
un roto y un descosido
el dedo y la uña
el moveré al mundo
y su punto de apoyo

Después,
de más está decir,
que todo fue un fracaso
y que lo rescatable sólo
fue la unión de sus almas
nudo de las respiraciones
la mirada del techo
la mano atortugada que camina en la espalda
el resplandor del ojo
el brillo del silencio
el silencio

podríamos añadir que se amaron
y que fueron felices para siempre
pero no
no
ella quedó tendida a un lado de los rieles
con los ojos cerrados
germinando de piedras
en sus piedras

del presunto suicida
nunca se supo más
los montes aseguran
que se volvió una roca
un vientre de caballo
un gota de lluvia
un soplo de amargura
espesura. JLV

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