viernes, 11 de enero de 2008

Destrozos

Cuando llegó todo estaba lacerado. Ocurrían aún pequeños derrumbes y se escuchaban murmullos apagados. Avanzó entre los escombros; pisó con sumo cuidado para que nada más sufriera daño.
Un olor a muerte se filtraba por todos los rincones. El hedor a calamidad era insoportable, aun así continuó su marcha. Debía llegar al sitio preciso.
Alguien había tratado de ayudar; se percibían huellas, signos de presencias perdidas hacía tiempo, y que también debieron sucumbir a la tragedia.
Por fin llegó.
Se metió de lleno en ese corazón fragmentado que parecía campo minado y comenzó a curar las heridas, con rigor de hielo. JLV

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