jueves, 27 de septiembre de 2007

Envidias bibliogáficas


El diccionario estaba ahí, gordo y reluciente sobre aquel escritorio de madera fina.
Algunos libros lo miraban con odio desde los estantes. Apretujados como sardinas; llenos de polvo, mugre y excremento de mosca.
—Ojalá y se desmoronara, dijo el "Libro de Arena".
—Merece la muerte, espetó "El cadáver exquisito".
—Sólo es un utilitario más, murmuró "El Capital".
—¡Al horno!, gritó "Mein Kampf".

Las palabras chocaban contra su grueso lomo. Ilustrado como pocos, nada perturbaba al Pequeño Larousse. JLV

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