lunes, 6 de agosto de 2007

Nueve recados póstumos

La mujer salió de su casa y fue directo a la ferretería por una cuerda gruesa. Retornó a su hogar y comenzó a escribir nueve recados póstumos.

Un mensajae para cada uno de sus seres queridos, incluyendo a su hija de dos meses y medio.

Mientras colgaba la cuerda de plástico amarillo en lo más alto de la ventana, la soledad seguía escurriendo por su cuerpo.

Luego subió a una silla, ató el extremo del cordel a su cuello, cerró los ojos y se dejó caer.

Los vecinos dirían después que a la hora del suicidio todos vieron salir por la ventana nueve gorriones amarillos, como escritos a mano, que se alejaron cada uno por su lado. JLV

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