martes, 14 de agosto de 2007

El apagón

Después del apagón la calle se puso como boca de lobo. Llegué a la esquina, fui hacia donde suponía que estaba el poste. No sentí la rugosa madera, en su lugar palpé una piel suave. Olía a mandarinas. Me aproximé y besé donde creí que estaba una hermosa cabeza. Esa lengua fibrosa penetró en mi boca y una mano grande apretó mis testículos.
De pronto el servicio eléctrico se reanudó. La calle se iluminó y frente a mis ojos estaba mi anciana vecina totalmente desnuda.
Recordé, mientras corría, que la habíamos enterrado hacía unos meses.

Entonces, ¿quién lanzaba esos alaridos dentro de su ataúd? JLV


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