viernes, 10 de agosto de 2007

Ladridos


—¡Levántate, Juan! ¿No oyes ladrar a los perros? Haz algo, dijo la mujer, mientras daba un codazo a su marido.

El hombre se levantó somnoliento, luego se acercó a la ventana y miró esforzadamente, tratando de ver qué ocurría.

Enseguida fue hacia el comal, levantó la escopeta que estaba tirada a un lado, caminó hacia la puerta del jacal y la abrió.

—¡A ver pinche viejo, apúrese a salir de mi vereda porque me inquieta a los animales!, gritó. Cómo no le da vergüenza llevar a ese otro borracho encima de usté... ¡Píquele o disparo, que ya me alborotó a estos garrapatientos!

—¡Ya voy, jefecito!, contestó el anciano, es que llevo herido a mi muchacho y creo que ya ni oye ladrar a sus perros... JLV

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